ASUETO. COSTA AMALFITANA

Antes del despegue, ese lapso sin tiempo lejos de casa, esperando en asientos de vinilo gris gastados y unidos como muñecas de papel desplegadas. Pronto llamarán para la puerta de embarque, el proceso de filas y asientos. Observo a esas familias nucleares desorganizadas con sus arrullos y disputas, a esa persona con cara de malas pulgas intentando ignorar el llanto de un bebé y a su madre exhausta esperando a que le llamen temprano. Una muchacha escuchando, volumen alto, ese ritmo que tanto ha influido en muchos jóvenes, reggaetón. O al atleta, con su mano dormida sobre su bolsa de lona, que escucha como una foca entrenada para la zambullida. O el ejecutivo solitario que ha esperado hasta bien entrado el verano un itinerario preciso con el maletín en las rodillas. Cenará, posiblemente, en un restaurante deluxe, dormirá hasta muy tarde y dejará que el sol lo abrase, feliz en su tumbona deluxe. Algo de esperanza, un poco de fantasía, antes de que el altavoz suene bruscamente y podamos embarcar.

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