APOROFOBIA

Mi hijo vive en la calle. No nos vemos mucho. Como una madre que pone lirios blancos sobre la lápida de un niño muerto. Por las noches sueño cuentos de hadas, se convierte en príncipe o guerrero que me rescata, de la misma manera en que me rescataba cuando era niño y me solía decir: "Mami, no llores". La acritud de su padre, valiente, erguido en el bosque, el desprecio de su padre. Me despierto, sonido vacío como viento en los árboles. 


Quiere vivir conmigo. Yo digo que no puedo vivir con él. Las palabras de mi hijo chocan como ramas en una tormenta. Nada puede retenerlo. Las paredes de una casa son demasiado delgadas. Vagabundos callejeros, sigue con ellos. Doy vueltas por la ciudad. Un día lo veo en su bicicleta, la gente se aparta, de la misma manera que los pájaros evitan los cables eléctricos. Aparco en una calle lateral. Con los ojos tapados, doy una vuelta. Mi  esperanza se centra en lo que no se puede dar ni quitar.

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