LIÉBANA. PICO BISTRUEY
El valle estaba en silencio, salvo el suave y cambiante sonido de sus cascos cayendo sobre el suelo. Mientras el sol moría en las tranquilas sombras crepusculares, allí se encontraba de pie entre la niebla y con su majestuoso pelaje blanco. Relinchando para que cabalgara sobre su lomo, desaparecimos hacia un reino secreto y desconocido donde nadie podría seguir sus pasos. Acaricié su aterciopelado, cálido hocico y sentí el sutil roce de su aliento.
Cabalgamos como uno solo, nuestra amistad y confianza mutuas se habían convertido en una sinergia insuperable. La luz de la luna se filtraba entre los frondosos árboles mientras la oscuridad envolvía el cielo estrellado. De repente, nos encontramos rodeados por el resplandor de unas mariposas Nacaradas y nos recibieron cálidamente en su santuario sagrado, me sentí cautivado por su belleza cántabra. Me entró un sueño profundo y más tarde me desperté con el leve sonido de cascos al amanecer, acompañado de una suave bufido y el vuelo de las mariposas. Entre sueño y sueño, la ruta al Pico Bistruey de gratos recuerdos y amistades.
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