PINOCCHIO
Miraba por la ventana cómo una estrella fugaz, sin hilos, se desvanecía en el cielo nocturno, a diferencia de mi cuerpo de madera con hilos. Sentado en un estante cerca del banco del tallador de madera, sigo esperando ser un niño de verdad. Esa ballena que me lleva dentro, la oscuridad devorando mis pensamientos. Mis pulmones están llenos de agua, no veo tierra, soy un trozo de madera a la deriva flotando en la infinitud del mar.
Yo fui un juguete popular, el favorito de Geppetto. Siempre presumía con los niños y niñas. Un golpecito con el pie, un gesto con el sombrero, un acto habitual. Hace tiempo no juega conmigo, sigue tumbado en su cama y me temo que ya nunca se despertará. La habitación sigue oscura, húmeda, muy fría, la madera de mi cuerpo empieza a astillarse, a enmohecerse. El hedor está inundando la habitación y mi nariz. Un jarrón lleno de agua rancia y una rosa marchita. Intento moverme, pero mi cuerpo está rígido como una tabla. Intento pedir ayuda, pero mi boca no se abre.
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