divagaciones

Fue aquel ramillete de amapolas recogidas en el campo, o quizás fue la intensidad del momento, no lo he podido olvidar. Recuerdo unas florecillas que puse en una lata algo oxidada y que te entregué en aquel prado. Dos lágrimas resbalaron por tus mejillas, no supe reaccionar. Una brisa me despertó de mi ensimismamiento, estabas tumbada y mirabas fijamente el cielo azul. Acariciaste mi mano.  Ni lágrimas, ni brisas, como si el tiempo hubiese borrado toda huella del pasado, aquel maldito accidente fue la causa de mi abstracción, como una premonición. Aún sigo acariciando tu mano.

Pasan los días y lava sigue expulsando mi corazón. Pasan las noches y mi alma yerma intenta borrar mis sentimientos. Regresa un nuevo día y parece que se repite la misma historia. Aparece la noche y el carnaval de desatinos intenta ganar terreno. Quiero hacer un soneto porque llena de sonetos está mi musa. Mi corazón es puro fuego y se extiende por todo mi cuerpo. Queda la esperanza de un nuevo día para calmar mi sed, otear un nuevo horizonte. Imaginar que todo fue un sueño pasajero.

El poder de un arma puede matar, el del fuego puede quemar, el del viento puede enfriar y el poder de la ira puede engendrar rabia en el interior hasta estallar en lágrimas y dolor, pero el poder   de una sonrisa, la tuya, puede curar un corazón congelado. Nunca abandones tu sonrisa, que sea eterna.

Me pregunto por qué adoro la montaña por qué mi corazón está henchido.   Así como la flor fluye aguas abajo con destino hacia lo desconocido .  Así vivo yo en un mundo aparte  rodeado de naturaleza y agradecido.